Se acercó cadencioso, entre crujido y vaivén posó una maceta con flores luminosas, el arcoiris de artificio de pétalos y pistilos maravillaron la superficie.
Así dió varias vueltas, dejando cajitas cuyo contenido podrían ser joyas, antiquísimos boletos de metro, tren o avión. Una cinta con kanjis japoneses y un pañuelo con cuatro letras estampadas servían de mantel. Un calendario maya dominaba el centro.
Se sentó al piso frente al insospechado altar.
Recalculó sus motivos. Demasiados errores.
Una alerta indicó bajos niveles energéticos o algún sensor fallaba, no importaba ya.
No era dos de noviembre pero había activado su propio protocolo funerario.
Arturo Luna
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