El día se evapora en reflejos platinados de rascacielos y tímidas auras de las lamparitas que comienzan a encenderse. Dejo tras el puente el sisear sin tregua de los furibundos trenes acicateados por el cronómetro, y entro al Omoide Yokocho. Los diminutos pasillos hierven de olores y bullicio. Las planchas dispersan nubes provocativas y malévolas ente los negocios pequeños y atiborrados, estrechos y populosos. Yo discurro entre um ramen de esperanza o un yakitori de ilusiones. Finalmente, pido una brocheta de nostalgia con trocitos de melancolía... y un traguito de sake. Juré no extrañar ni suadero, ni tripa ni cecina.
29Enero201
#ViernesDeBocadillos
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