sábado, 29 de enero de 2022

Color de cuarentena

El techo de la habitación se encontraba cubierto de paraguas amarillos. Ella volaba al rededor. Recien comenzó la cuarentena adquirí el habito de pasar el día recostada mirando al techo. 

Una tarde lluviosa, él, quizás con el afán de hacerme salir al patio, me regaló un paraguas. Era amarillo intenso. Le dije que trajera más de ese color. Siempre eran tonos y tamaños distintos. No había tiendas abiertas, sin embargo, Jesús los conseguía para mí. 

Un día le pedí material para crear una obra de arte. ¿Yo era artista? No lo recuerdo. Trajo todo y me abandó, parece ser que se cansó de mi letargo. No me importa. Creé mi propio cielo. 

A veces oigo que deja comida en la alacena y cuando el hambre es insoportable me paro y como algo. Ayer comencé a ver una playa. Cierro los ojos, la contemplo y escucho una voz que me llama, volteo al cielo y es un aguila que me dice: ven, ven... ¿o será una gaviota? Da igual, si quiere que venga ella, aquí la espero.

No hay comentarios: