Avanzó hasta que sus pies tocaron el agua que, ondulosa y brillante, mojaba los labios amarillos de la playa. Un beso repetido y fugaz. En su casco, aún pendía el águila morena enfurecida, desgastada... nostálgica. Bajó el arma. La punta siseante provocó un vórtice en el líquido.
A lo lejos, su compañero yacía tendido. Recordó cuando venían aquí tras escaparse de la escuela.
Ahí estaba, negruzco, abiertas las entrañas cual paraguas invertido del que emanaban
jugos y gases, y el dolor que a él le inundaba el pecho.
La sirena aulló nuevamente. Apretó los dientes. Otro ataque estaba en curso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario