En tiempos iracundos, que la rabia no nos domine, que no nos corte las alas, que no nos envenene el vino de la amistad.
Ira
El aguijón de la ira
se encaja en la piel tersa
de la calma,
ultrajando el intento
de ser hombre
reduciendo toda consciencia
a la ingenua esperanza
del acorazado insecto.