La pestaña se levanta lentamente para darle paso al ojo. Sin embargo, el parpado cae pesado. Con gran esfuerzo logra abrirse, mas continúa el ritual del lado izquierdo. La mira, aunque el cerebro, somnoliento, no la reconoce. Un impulso eléctrico ilumina levemente a una neurona. El otro parpado consigue abrirse. Otra neurona perezosa recibe la luz del día y comienza a trabajar. Mandan una señal al dedo pequeño del pie, este comprende que es hora de moverse y les avisa a los demás. Brincan entusiasmados. Invitan a todos a dejar la cama. Les llevará media hora ponerse de acuerdo en qué pierna bajará primero. La sangre, fatigada, decide hacer su parte y comenzar un nuevo día.
Fernanda Sánchez Arévalo
#ViernesDeBocadillos
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