-Las lunas de octubre son las más hermosas… y lo son más si se tiñen de rojo. La de hoy será inolvidable. Agitó las manos que insinuaban ya las garras.
-Hoy no Presidente. Hoy es nuestro, usted lo concedió. El uniformado dejó las celdas del encierro precautorio.
Al atardecer, a kilómetros de ahí, la plaza tenía miles de personas. Los podía oler. Babeaba con hemático deseo: desgarrar, morder, triturar … matar.
Una temprana luna deshízose en bengalas, campanadas luminosas que caían desencadenando la bestialidad.
El basamento tlatelolca y la catedral, impávidos ante la masacre.
Él, ahulló tras la sexta reja.
Wulfrano
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