Esa mañana pensó desafiar al temporal y salir a pescar. Sus hijos y su mujer dependían de él.
Aunque no eran sus hijos, y ella, nunca sería su mujer, su compañera. Era algo más importante: su dueña.
Ciertamente -marinero osado-, había intentado acercarse a las humedades secretas de su intimidad. No llegó siquiera a la costa arenosa del deseo, ella lo apartó como cielo tempestuoso que destroza barcas.
-Te desconfiguraste de nuevo… sólo sirves para pescar. A menos que fueras la versión no austera, con prestaciones físicas de compañía…
El mar brillaba en sus ojos muertos que envidiaban tener vida.
Wulfrano
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