viernes, 27 de octubre de 2023

DE CARTAS DE UN PÁJARO/ CARTA II

¿Lloras aún, pájaro, el desprecio del mundo?

...Está bien, callo...si es que aún duele en la tumba de tu corazón.

Volví a entrar a la casa de mi pecho ¡Corazón! ¿Qué habrá sido de ti y de ese amor que

sentías para latir? ¡Mira! Gran ruina está, Corazón, tu pecho ¡Qué roto, ajado y abandonado

te quedo! Y el jardín de la vida, míralo, lo tienes un desastre de desierto ¿Y aquel arroyo

alegre y vivo que era tu sonrisa? ¡Ay! lo secaste de llorar.

¡Oh! Allá, en la cumbre de un acantilado están los vestigios, las marcas y huellas de tu

aferrarte a tierra ¡Qué aguante Corazón!

Pero... no hubieras aferrado, Corazón, tus manos a cierta espera. ¡Mira! Tu cadáver. Su

silueta testifica que aferrabas tendida tu mano al borde de ese abismo. Tu mano ¿a orillas

de quién? ¿De ella? No corazón, no había amor ahí. Despega tus manos. Calma y descansa,

Corazón, ya en paz.

No, no fue tu culpa Corazón sucumbir a los abismos. No hay ayudas de fuera en la hora

más humana de existencia; y debías tú solo aprender el vuelo.

Sigue muerto en paz, que ya no somos más hominino, pues decidimos ser un pájaro.

Ahora volamos superando las sospechas que había de abismo. Nos elevamos al azul del

bello e infinito.

¡Oh! ¿Ya ves? Sí, es tu casa, Corazón. Primaveró desde tu periplo. Y aquel pecho ve

renacer en su centro una gardenia. La primera después de tanta muerte. Hace seña de vida

en tu tierra.

No, no llores corazón si no es para lavar tu pena. Tu reminiscencia gris y de neblina será tu

destinada compañera: eres lo que eres si asumes lo que fuiste.

Y ya verás: del seguir sanando trinando la sufrida indiferencia, de ahí saldrá la fortaleza

¡Esa! dada a los más frágiles y sensibles pájaros: la poesía.

Qué importan aquellos horizontes donde ella calcula su felicidad. La paz, eso tan tuyo, tú la

rastreaste en medio de tormentas, y lo único de arrepentirse, ahora, Corazón, es haber

eclipsado por un alguien tus ilusiones, o, haberle entregado algo importante, como tu

esperanza, a quien va a prisa, jugando en el mundo a las crueles risas.


Christian Leobardo


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