La
tarde es pesadumbre,
gente
que duerme,
tubos
brillantes,
gente
que muerde,
asientos
verdes,
piso
deshecho.
Uno
voltea y por todos lados... gente
un
ramillete de manos, de ojos, de dientes.
Rosario
de presuntos corazones,
óseos, inertes,
sangre color de vagón,
mobiliario
de carne,
con
blusa y tacón,
zapatos
deportivos, zapatos reventados,
chanclas
relucientes, botas calcáreas,
huaraches
de sintética obsesión.
Manos
morenas, rojizas,
blancas,
pequeñas, amplias,
requemadas,
tersas, arrugadas,
callosas
constancias de trabajo,
anillados
dedos largos,
pulseradas
muñecas,
de
ulcerada ilusión,
uñas
largas, teñidas, relucientes,
vinílicas,
poliméricas,
aladas
mariposas de plástico aleteo.
Piernas
cruzadas... sueño.
Una
acordeón suave
irrumpe
con su rojizo rostro ya viejo,
melódico
canto,
armonía
incansable, cambia notas por monedas,
monédico
canto.
Su
ejecutante, joven cadete,
en un
vaivén que adormece,
firme
su instrumento tuerce.
camaleones
acorazados, serpientes,
una
fauna que mirándose
se
anula, se pierde,
el
silbido alegre
mimetiza
el cansancio,
el
dolor.
Apenas
un escote
desentume
al de enfrente,
un ceñido
pantalón
a las
rocas estremece,
y su
incómoda dueña,
se
abre paso, lentamente,
mientras
la primavera
en la
piel le florece.
Un
rostro de perfección deslumbrante
imanta
miradas, deseos, pensamientos
que
inundan el vagón,
tornan
su naranja en verde
esperanza...
de
tenerle,
de
volver a verle.
Jóvenes
gallardos roban miradas
de
pupilas suaves, adornadas,
rodeadas
de sombras polícromas,
pestañas
espesas, sonrientes,
curiosidades
fugaces de disimulada admiración.
Un
libro se abre, letras borrosas,
incierto
mensaje,
una
estación adelante
vuelve
a cerrarse.
Lectura
imposible, calor abrumador, tarde que anochece.
El
traje obscuro con corbata clara,
serpiente
disecada,
se
roza con la mezclilla
íntimamente
insolente,
el
peinado estricto con los picos estridentes,
el
perfume reglamentario,
con
humores malolientes.
Anillos,
dijes, pendientes,
collares
de tristeza hiriente,
esclavas
de oro, esclavas de plata,
esclavas
de alpaca, y esclavas de casa,
de oficina
o taller,
todo
se mezcla y se acomoda entre la gente.
La
tarde se pierde,
entre
túneles,
la
estación aparece,
hacen
dúo la ironía y el tedio,
se
termina el viaje
y el
almácigo de gente,
entre
las escaleras
alega
nuevos desaciertos.
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